Género musical bailable, derivado de la danza criolla. Su nombre viene por aumentativo de danza, de un baile de figuras colectivo, formado por parejas provistas de arcos y ramos de flores, muy usual en la segunda mitad del siglo XIX.
Miguel Faílde fue el creador del primer danzón, «Las Alturas de Simpson», estrenado el 1ero de Enero de 1879, en el Liceo de Matanzas. Más lento cadencioso y variado que la contradanza o danza. Comienza con una introducción de ocho compases, que se repite para hacer un total de 16 antes de entrar en la llamada parte del clarinete.
Aunque no existe interrupción de una y otra parte y el ritmo se sostiene siempre dentro del mismo tiempo (ya que la ligera aceleración a que se llega en la última apenas es perceptible), podemos decir que la primera parte es más movida que la segunda, puesto que, como indica su nombre, está escrita para la agilidad del clarinete que, en la charanga, que no usa ese instrumento, pasa al atril de la flauta. En este último caso se llega a veces a alardes de virtuosismo en pasajes escritos con figuraciones rápidas donde se luce la técnica del flautista, con un instrumento de los antiguos de cinco llaves, que suena en su tesitura más alta. Luego viene nuevamente la introducción, que sirve como puente, y se pasa a la parte de los metales (violín en la charanga), que por la mayor duración de las figuras ofrece un estilo más lento.
Pasamos al último tiempo, que participa casi siempre, del movimiento más acelerado de la rumba o del son, que cuando sienta sus reales en La Habana sustituye a aquella. José Urfé buscó un nuevo elemento rítmico en el son oriental para estructurar su famoso danzón «El bombín de Barreto», el cual, por la liberalidad expresiva de su último trío, definió la forma actual del danzón cubano.
Texto : Tomado de Helio Orovio, Diccionario de la Música Cubana, Editorial Letras Cubanas, Ciudad de la Habana, Cuba, 1981