Por Lourdes Millet y Alina Atencio
Por sus peculiares características vocales e interpretativas, le fue conferido el sobrenombre de “La única” a Rita Montaner . Nació en la calle Cruz Verde, número 18, Guanabacoa. Sus estudios pianísticos y de canto le permitieron presentarse tempranamente en el escenario del Teatro Nacional –actual Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso– con obras de Eduardo Sánchez de Fuentes, Jorge Anckermann, José Mauri y Moisés Simons.
Era una mulata cubana en todos los sentidos, tanto por su expresión corporal como por la forma de hablar y cantar. Ya desde 1922 incorpora a su imagen el típico peinado de la época (cabellera partida en dos y raya al medio) que junto al lunar de la frente se convirtieron en signo distintivo.
El origen étnico y su condición de mujer la hicieron sufrir doble discriminación, pero supo imponerse a través de su cubanísimo arte. Fue la primera voz femenina que se escuchara en la radio nacional.
Durante los años veinte abundaron sus presentaciones en los más importantes teatros del país. En 1927 comenzó su carrera internacional con una temporada de seis meses en Nueva York. A su regreso, estrenó Niña Rita o La Habana en 1830, sainete que incluyó entre sus partituras la conocida ¡Ay, Mamá Inés!, de Eliseo Grenet. Esa puesta marcó el debut teatral de Rita en Cuba.
Al año siguiente embarcó hacia París. De su paso por la ciudad luz dio testimonio una reseña de Alejo Carpentier: “Rita Montaner (…) desde el escenario del Palace, realizó una labor fecundísima para la divulgación de nuestros ritmos. Su Mamá Inés estallaba cada noche en los feudos de Raquel Meller, con una elocuencia que convencía a los más tibios. Los triunfos de Rita se repitieron en Madrid, Valencia, México, Buenos Aires, Caracas…”.
Su primera película fue una producción mexicana de 1934. Cuatro años después estrenó su primera cinta cubana: Sucedió en La Habana. A estas le siguieron otras doce realizaciones que conformaron una de las filmografías más extensas entre las actrices cubanas de la época.
La artista disfrutó del reconocimiento popular y oficial. El 10 de octubre de 1957, enferma ya, el Ejecutivo de la Nación le confirió la Orden Carlos Manuel de Céspedes. Falleció el 17 de abril de 1958 y fue la suya una de las ceremonias fúnebres más multitudinarias que recuerde la historia del siglo XX en Cuba
El Museo Municipal de Guanabacoa cuenta entre sus colecciones con piezas del ajuar de la artista (elementos del vestuario, su piano y otros objetos) donados por su hijo Osmoro Fernández en el año 1995. Una selección de ellos se encuentra expuesta en la sala dedicada a los artistas de la villa.